Cuentos para un 1 de noviembre
Nos encontramos en el año 4091, la superficie de la Tierra presenta una aspecto desolador. Una gran explosión nuclear ha terminado con cualquier signo de vida en el planeta. Pero un leve rumor se escucha entre el polvo que cubre la carretera que une Carboneras con Arguisuelas. El leve rumor va aumentando con el paso de las horas, hasta convertirse en un fuerte estruendo. Dicho estruendo proviene de unos insectos mutantes de color morado y azul con pintas blancas que contienen pinchos con un veneno que les hace inmunes a cualquier mal que pudiera provocarles la extinción, y que al mismo tiempo provocará la muerte a cualquier organismo vivo con el que estén en contacto. Son de esos colores porque se camuflan con una flor llamada Ripusa, capaz de adaptarse a cualquier entorno. Esta flor es de los mismos colores que los insectos mutantes, por ello los bichos espeluznantes se mimetizan con la flor para defenderse de los más poderosos de su especie que se van alimentando de los demás.
Noche tras noche no se dan cuenta de que poco a poco van desapareciendo miembros de su especie, incluso los más grandes, que se alimentan de los demás, que esta vez no tienen la culpa.
Esta vez la culpa es de la Rapusa, que cada noche adopta la forma del más terrible de los insectos, el más grande, el más espeluznante que os hayáis podido imaginar jamás, y el más asqueroso de todos, pero sobre todo el que más se alimenta de potros insectos.
Noche tras noche la Rapusa adopta la forma de insecto,y va a todas las madrigueras de los bichos mutantes, y se lleva uno, dos o tres de cada madriguera. Después los lleva a su escondite y los envuelve en una sustancia descomponedora que produce con su saliva. A continuación se los come lentamente, absorbiendo todo su veneno y dejando solamente el pellejo.
Poco a poco y noche tras noche, acaba con toda la especie y , desesperada por el hambre, se come a sí misma.